Algunas ideas con respecto al Bullying o acoso escolar


Por: Dina Luz Román. 


Recientemente, se ha impuesto el vocablo Bullying o matoneo para referirse a diversas situaciones de agresión que se viven entre miembros de las comunidades educativas, en particular, entre estudiantes. Al acuñar un nuevo término técnico se crea la ilusión de estar abordando una situación inédita que estaría en franca ruptura con esas otras de las cuales se pretende deslindar, en este caso la agresión.  Inventamos entonces una especificidad que nos hace perder de vista el contexto [1]: la situación de violencia que se vive en nuestro país, léase conflicto armado, que es causal de un aumento en los desplazamientos forzados. La problemática del conflicto se articula como causa-efecto del debilitamiento y la ruptura de lazos sociales, así como de daños subjetivos, que aparentemente sólo implicarían a los actores directos, pero que, por el contrario, permea todas las posibilidades de nuestro lazo social.

En general los que no estamos implicados directamente en el conflicto nos ubicamos en una posición de indiferencia, cobijados en argumentos de impotencia articulados con el temor por la propia vida, los propios bienes y el propio bienestar, que podrían verse afectados si de alguna manera se plantea alguna forma de resistencia frente a la violencia. Esta indiferencia-temor se extiende rápidamente a otras formas de violencia, entre ellas la que tiene lugar en el contexto educativo. El viernes pasado, en la discusión que se planteaba en "Analítica. Asociación de psicoanálisis de Bogotá" luego de la conferencia "Un grito que rompe los espejos" de Belén del Rocío Moreno, se dejaba abierta una pregunta con respecto a esa indiferencia, ¿de qué estaremos gozando que nos cierra la boca para convocar a un límite? porque tomamos un lugar ante la escena de la violencia, como agentes, como víctimas, como testigo, o como silente voyeur. Una particularidad de la escena violenta, que se señalaba en ese contexto, es la facilidad con la cual oscilamos en las identificaciones con uno u otro de esos lugares. 

La indiferencia, antes planteada, no se encuentra desvinculada de las características del lazo social contemporáneo. El hombre contemporáneo intenta hacer vínculo con otro, amistad, amor, familia, vecindad; sin embargo, en cada uno de ellos se manifiesta una precarización del lazo social. Las parejas no se soportan y se separan rápidamente, prefiriendo los goces fugaces del encuentro sexual con un compañero temporal; las amistades tienden a hacerse más cambiantes, reducidas a su mínima expresión: compañeros de trabajo, estudio o rumba; del mismo modo la vecindad y en ocasiones la familiaridad, se ve reducida a un saludo de buen día, que conduce a la dificultad cuando es necesario acudir al otro en búsqueda de ayuda. No se encuentra alguien allí que respalde en los momentos de dificultad. El semejante entonces, queda reducido a leyes de utilitarismo: si me sirves estoy cerca, si aparece alguna complicación entonces no.

En otras ocasiones se intentan formas de lazo social con aquellos con quienes se comparte una condición, vemos que se juntan los miembros de una misma ideología política, religión, equipo de fútbol, orientación sexual; algo del lazo de reciprocidad funciona allí, sin embargo, queda reducido al reconocimiento especular de lo igual, te aprecio porque eres como yo en “esta” condición, pero en cuanto aparece alguien diferente con respecto al rasgo que da unidad al grupo se termina el límite de la solidaridad, permitiéndose muchas veces las más intensas agresiones o exclusiones. Muchos niños y jóvenes hacen eco de estas manifestaciones de lo social haciendo síntoma de las lógicas de exclusión e intolerancia con las diferencias.

El aligeramiento de los lazos sociales o su reducción al lazo especular imaginario, le ahorra a las personas lidiar con la singularidad, con la diferencia, con ese punto en que el otro no aparece en la misma línea de lo que yo pienso, quiero, sigo, o hago. La intolerancia de las diferencias se hace manifiesta en diversas formas: la homofobia, las agresiones de las barras bravas al hincha del otro equipo, la persecución de los que plantean una postura divergente a nivel político, y por supuesto la academia no está exenta de ello, las rivalidades entre enfoques de pensamiento que en ocasiones se reducen a la ignorancia del otro, pero en otras ocasiones pasan al desprecio del otro por estar sujeto a otras lógicas para el pensar o el hacer. Allí resuena la indiferencia nuevamente en un: “si no me afecta no me importa”.

Las Personerías de las distintas ciudades reciben un número creciente de denuncias de los escolares y sus padres por situaciones de violencia escolar a través de su “Oficina delegada para el menor y la familia”. Al respecto el Personero de la ciudad de Cali Andrés Santamaría señaló: "Estamos frente a una epidemia. Esto es el reflejo de la difícil situación que viven los estudiantes en la ciudad" [2].
La denominación del Bullying como “La epidemia silenciosa” [3] no es infrecuente ni se encuentra limitada a nuestro país. Hay allí un asunto sin palabras que los profesionales identifican; por supuesto, están las palabras agresivas que circulan entre los niños y jóvenes, también las palabras de denuncia de aquellos perjudicados por la situación: los estudiantes, padres y docentes; pero las palabras que faltan están del lado de dar a oír algo diferente que posibilite un viraje en la problemática.
Como una forma de intentar poner palabras en el asunto la Personería de Cali encuestó a los estudiantes sobre las situaciones que los afectan, encontrando entre ellas: Las palabras de grueso 'calibre', los gritos y los mensajes fuertes (…) el acoso e intimidación que han sufrido a través de las redes sociales.”[4] Sin embargo, en las encuestas las vivencias se vuelven cifras y no permiten atrapar la complejidad del fenómeno.
El diagnóstico de la personería presenta principalmente las situaciones de agresión verbal, pero la situación en las instituciones educativas ha trascendido esos límites. “En un colegio del municipio de Itagüí, Antioquia, un menor de edad falleció, presuntamente, tras una golpiza perpetrada por otros estudiantes dentro del plantel” [5]. Al respecto, se ha reaccionado convocando la participación de los distintos comités de convivencia, tanto los que se deben conformar en cada institución educativa, los que se tienen a nivel distrital y el nacional. Al respecto el diario “El país” refiere que “la Procuraduría General de la Nación convocará de urgencia el Comité de Convivencia Escolar que creó la Ley 1620 de este año para empezar a analizar medidas sobre los recientes casos de 'bullying' al interior de los centros educativos.” Esta medida se toma “luego que falleciera un niño de 12 años en Bello, Antioquia, al parecer víctima de 'bullying' en su colegio.[6].
El panorama del Bullying es amplio y se entrecruza con otras problemáticas con connotaciones penales como el suicidio o el homicidio. Diversas instancias se pronuncian al respecto dejando leer en su discurso algunas coordenadas sobre la problemática: La Procuradora delegada para los asuntos de la niñez, la adolescencia y la familia, Ilva Myriam Hoyos, “hizo un llamado a los padres de familia y a los centros educativos para que identifiquen y denuncien a tiempo posibles casos de este flagelo para evitar trágicas o irremediables consecuencias” [7]. Encontramos allí un llamado a la palabra, una palabra de denuncia de los agresores, que convoca a la ley desde su vertiente institucional. Sin embargo, allí continúa elidido el asunto del sujeto y en su posibilidad de responder por sus actos, no sólo el agresor sino también la “víctima”.
El Ex Ministro de justicia Juan Carlos Esguerra afirmó “Lo que han dado en llamar el bullying, (…), es absolutamente inaceptable y por consiguiente habrá que atacarlo por quien corresponda y cuando corresponda” [8]. Si nos apegamos a la enunciación que este tipo de enunciados trasluce, se ubica una respuesta de ataque contra el ataque, lo que nos encierra en el ciclo de un castigo que no necesariamente tiene las condiciones para subjetivarse.
Otras posturas localizan más claramente aún la reacción en un “ojo por ojo” que terminará por dejarnos ciegos, es decir encerrados en un ciclo de repetición que no encuentra fin. Me refiero al video que circuló por internet con respecto a la respuesta de un niño que agrede a su agresor se ha vuelto viral desde el momento que se subió en distintas redes sociales, consiguiendo cientos de miles de visitas y cientos de comentarios en apoyo de la hasta entonces víctima” [9].
En el trasfondo resuena entonces una pregunta ¿Cómo lograr una comprensión de la problemática que nos permita tomar distancia de las polarizaciones víctima-victimario que nos encierran en el ciclo de la repetición?

[1] Juan Vasen, "BULLYING: el riesgo de los nombres impropios", Imago Agenda 161 (2012).
[2] El tiempo. Alumnos, víctimas de agresión verbal en Cali. Fecha de publicación. 10 de noviembre de 2012. Internet. Fecha de consulta: Mayo 22, 2013. Disponible en: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12370706
[3] Alba Flesler, “El superyó del niño y la crueldad en la escuela” Imago Agenda 161 (2012), Internet. Mayo 21, (2013), disponible en: http://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=1748
[4] El tiempo. Alumnos, víctimas de agresión verbal en Cali. Íbid.
[6] El país, Convocan Cómite de Convivencia Escolar por casos de 'bullying',  Jueves, Mayo 16, 2013. Fecha de consulta: Mayo 24, 2013. Internet. Disponible en: http://www.elpais.com.co/elpais/colombia/noticias/convocan-comite-convivencia-escolar-por-casos-bullying
[7] El país, Convocan Cómite de Convivencia Escolar por casos de 'bullying',  Íbid.
[9] Revista Gobierno. La 'dulce' venganza de un niño víctima del matoneo. Internet. Fecha de consulta: Mayo 22, 2013. Disponible en: http://www.revistagobierno.com/portal/index.php/mundo/asia-oceania/8364-la-dulce-venganza-de-un-nino-victima-del-matoneo-video

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